Hace unos días tocaron a la puerta y me dieron un pastel enorme con una carta de una supuesta admiradora secreta, primero pensé que era Daniela pero después me di cuenta de que era una chica que me había conocido un año antes y que ya me había estado citando por correo. Preferí no comentar a Daniela nada hasta ver que pasaba por la mente de la otra chica para no causar escandalos, a penas me di cuenta de que la cosa iba en serio esperé a Daniela en la noche para hablar pero llegó tan enojada con una amiga que tuve que consolarla en sus lagrimas.
A penas hubo un momento de silencio tuve que decirle la verdad, se tomó la cabeza y se echó a llorar de nuevo. Eso me hace pensar que soy un monstruo, esperé un momento y como sabía que iba a pasar me tomó de las mejillas, me besó en la boca y me dijo que no me preocupara. Durante las siguientes noches esperé para hacer algo especial que la hiciera olvidar el incidente de la otra chica, anoche nos quedamos solos, pensé que podría llevarla a un lugar interesante y pasarla bien pero ella no quiso hacerlo, de hecho, ambos nos sentamos en la orilla de la cama y por primera vez en todos estos años de relación fui yo el que soltó la primera lagrima. Es cierto lo que dicen, que a veces la costumbre sustituye al amor. Algunas veces nos queremos, otras veces no, hacemos lo posible por que las cosas funcionen y eso nos lleva a pensar en el matrimonio, en esas situaciones en donde tienes que sacar las cosas adelante por amor a otra persona. Pero cuando me tomó la mano, no fui yo quien dijo lo de siempre, esta vez ella misma me lo dijo: "un tiempo separados sería lo ideal" y yo dije -de nuevo?-
Durante toda nuestra relación y con todos los años que llevamos juntos solo ha habido tres verdades: que soy un mujeriego y que no puedo evitarlo, que siempre nos damos seis meses de descanso cada año en los cuales la extraño más que nunca y que al final terminamos como ayer, abrazados el uno del otro esperando refugiarnos en un sueño, ojalá ameno, para escaparnos un poco de esa realidad.
El viernes pensé mientras veía la nada, lo mucho que me dolía perderla, golpeé la pared innumerables veces con tal de olvidar el terrible destino que nos esperaba, y anoche, sábado, me di cuenta de la realidad, se la dije, y coincidimos. No tememos, ninguno de los dos, de perdernos el uno al otro, tenemos miedo del futuro sin el soporte que nos damos. Tenemos miedo de perder esa ilusión de crear una vida perfecta juntos, de llorar el uno junto al otro, de consolarnos, de saber que aunque las cosas estén mal siempre habrá alguien al menos para hablar. Eso es lo que hacen los amigos, pero no las parejas.
-en el momento en que comencé a comportarme de una manera convaleciente me di cuenta de que no estaba siendo yo, pero dejé que las cosas fueran así porque así era más fácil tratar contigo... y ahora no puedo volver a exigirte nada...- cuando dijo eso conocí en su expresión la mirada que tanto temía, la mirada final, aquella que indica que lo nuestro es solo sexo ocasional y que ya no nos damos nada el uno al otro si no un montón de excusas de porque no nos amamos como antes.
¿porqué me tocó a mi esta vida? no lo sé, ni tampoco pretendo averiguarlo, no sé ni siquiera si pretendo quedarme con Daniela y seguir esta farsa en la que ambos nos estamos resignando. Porque la realidad es que no habrá boda, no habrá niños ni caminaré jamás por las calles de manhattan tomado de su mano, mirando en los aparadores la ropa que ella tanto ama, tanto como yo amo mi arte y tanto como ambos nos podríamos amar el uno al otro. La realidad, es que estamos lejos, tanto de kilometros como de mundos. Y ha llegado el momento de afrontarlo, aunque quizá yo no logre soportarlo, quizá yo siga viviendo en mi mente, en mi circulo del cual no quiero salir... pero por su bien y por el amor que alguna vez le tuve, como agradecimiento a todos esos años que pasamos juntos, no quiero que ella sufra viéndome caer.
Miles de veces ella me ha dicho que estará conmigo hasta el final, pero yo no quiero que sea así, no quiero seguir usandola como excusa para continuar, robando su libertad justo cuando estos tiempos que tanto esperábamos están llegando. Quien sabe que pase mañana, podría simplemente acabarse el mundo o continuar girando, la diferencia es mínima, lo único que cambia algo es el hecho de que ahora sé lo que necesito: dejarla ir.
En cuanto a la chica del pastel, le llevé rosas y le pedí que no volviera a hablarme. Quizá le pareció extraño, no dudo que por la forma en la que actué se haya ido desconcertada, tal vez enojada. Tengo mis razones.