viernes, 23 de julio de 2010

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La vida nos enseña cosas. He aprendido a tomar las desventajas como oportunidades y no como derrotas y a tomar el estres como una forma de controlar mi propia presión y mejorar mi desempeño, dicen que lo que no mata te hace más fuerte.

Durante la semana pasada nos aventuramos a un viaje a la selva, primero pensé que sería un viaje inútil, mi apatía y mi depresión por la vida simplemente me llevaron a creer que ningún momento, ausencia o lugar del mundo podría sorprenderme, pero estaba equivocado, porque cuando vi que los inmensos arboles se elevaban sobre mi cabeza me di cuenta de que, efectivamente, existe algo mucho más grande que la vida misma...

Esteban dice que mi filosofía de la vida es errónea, conoció a una mujer en su viaje al sur del país cuando estaba solo en la arena de la playa y pasó un mes con ella en una cabaña teniendo relaciones y paseando descalzos en las olas, desde entonces, se obsesionó con ella, con la idea que conocía y con su sueño sobre el futuro, pero especialmente se engalanó con su filosofía sobre la metafísica y esas modas que de pronto agarra la gente cuando no sabe en que creer. Me hablaba del amor, me contaba acerca de las energías, vibras y de todas esas cosas... pero yo tengo otra idea sobre la vida...

No soy negativo, soy realista. Somos pequeños puntitos en el universo, existen personas que pasan su vida pensando en si algún día llegará una nave espacial llena de hombrecitos verdes que intentarán dominarnos, pero yo creo que estando o no estando solos en este inmenso espacio no podemos ni siquiera con nosotros mismos. Recorremos el mundo maravillandonos con la naturaleza, el arte, la ciencia y la filosofía, nos apasionamos por el deporte y buscamos incansablemente dejar una huella en cualquiera de esos aspectos o al menos en la vida de una persona de quien biológicamente nos sentimos enamorados o de quien egocéntricos nos sentimos superiores.

Llenamos el vacío de nuestras insignificantes vidas con compras, creaciones o conocimientos tan sólo para cumplir con el propósito ya antes mencionado pero en el trayecto, en esa minúscula línea del tiempo nos perdemos entre infinitas posibilidades... posibilidades conocidas, nada raras ni extraordinarias. Y al final, sin tener que adivinar el futuro, sabemos el final del trayecto, el cual es el mismo para todos.

Cuando llegué a la playa durante mi vieja y vi el mar, ese mar imponente en medio de la selva que exploré y al verlo tan imponente... me lancé... y las olas me arrastraban de nuevo hacia la orilla y me dejaban tendido... agotado por tanto luchar en contra de su fuerza... pero tenía que hacerlo y continué, peleando contra ellas hasta quedar agotado enterrado entre la húmeda tierra que me cubria entero y con los pantalones de mezclilla empapados y pesados por sal me quede tendido, sonriendo, jadeando, esperando...

Y comprendí, que la vida no se trata del objetivo sino del trayecto, que no se trata de la energía sino de la realidad con la que la enfrentas y que no se trata del momento sino de la percepción. Que aquellas posibilidades que por un instante parecieran infinitas son en realidad unas cuantas y que ninguna importa porque no serás ni el primero ni el último que las enfrentará. Que los objetivos se ganan con esfuerzo y que cada quien es responsable de lo que escribe en su destino. Que la vida es corta y que tal cual las olas... te lleva, te trae, peleas contra ella, pero al final, terminarás tendido... jadeando pero sonriendo.

Esteban: a todo esto.. ¿crees en las energías?
Diego: ... si... pero te aseguro que no me harán millonario