martes, 23 de febrero de 2010

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Hoy decidi ir a la clase de dibujo y me di cuenta de lo dificil que es dibujar una expresión. Mientras mi maestro parecía dibujar como por arte de magia yo me estaba dando de topes contra la mesa. María, que estaba sentada enseguida de mí haciendo trazos de todo tipo, sólo me dio una palmada en la espalda y continuó con su trabajo.

A las diez de la mañana yo estaba casi dormido sobre la mesa cuando recordé que era día de observación. Los "días de observación" son esos días de crueldad humana en los que a mis maestros se les ocurre enviarnos a observar a la calle aún sabiendo que el frío nos helará como paletas en una hielera. Ni los pingüinos salen en días como hoy.

Pokar quizo acompañarme para que "no fuera a perderme entre la niebla", pero en realidad, la niebla no era el verdadero problema.

Diego: no es tan común como parece que vengas tan callada...

Y realmente no es común, aunque yo suelo ser muy comunicativo y "cálido" a comparación de muchos de mis nuevos amigos, Pokar es, por lo general, una chispa andando.

Pokar no contestó con palabras, solo noté que se encogió de hombros y continuó caminando.

Diego: ¿porqué nos mandan a observar con esta niebla? es lógico que la gente está en sus casas...
Pokar: en realidad es porque seguramente no estás muy acostumbrado, a decir verdad, siempre es así... siempre...
Diego: ...la verdad es que intentaba ser irónico...
Pokar: ¿porqué Alessandro es así?

Esa era la pregunta que sabía que me haría eventualmente. Intenté darle todas las explicaciones posibles, pero después llegó la hora de volver a la biblioteca y aún así no parecí convencerla. Entré a resolver algunas cosas con los maestros de arte y después fui directo a su departamento porque Estela me citó ahí.

De camino Julie pasó a mi lado acompañada de sus amigos...

Julie: hey ¿andabas solo con Pokar en la neblina? no hagas eso, mexicano, me voy a poner nerviosa...

Me sonrió y pasó de largo. No respondí, pero acepto que no lo hice porque no hubiera sabido qué responder... quién sabe, quizá ella tiene ese algo que me recordaba mi pasado y por eso me sentía tan unido a ella, o quizá era tan parecida a mí que nuestros caminos se cruzaron... o quién sabe, tal vez fue simple química... pero sea lo que sea, poco a poco se ha ido perdiendo...

A penas entré en el lugar, María se recostó en mi hombro, cayó rendida después de la última entrega.

Pokar: Diego, hice comida, está en un plato sobre la mesa...
Diego: gracias, muero de hambre...

Alessandro estaba dormido en el cuarto, Pokar suspiró con algo de preocupación -mejor voy a llevarle algo antes de que me ponga la excusa de que no va a comer-

Miré a Pete -¿qué tiene Alessandro?-

Pete: es estrés, le ofrecieron una instalación y no ha dormido en más de cuatro días, en dos horas va a despertar y seguirá pintando...y así ha sido desde hace meses...
Diego: vaya, así que ese es el Alessandro estresado, nunca pensé que lo vería así en su vida...
Estela: la verdad, es que a la que veo a punto de desmayarse de estrés es a Pokar, que de solo pensar en que Alessandro no duerme...ella no duerme tampoco...


domingo, 21 de febrero de 2010

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escribí un cuento:

Se deslizó en la escalera, radiante, llena de vida, como siempre. Sus ojos, como dos chispas, se encendieron al verme sentado en la sala. Ella sabía que iría, pero se negaba a reconocer que me estaba esperando. Bajó el último peldaño y me sonrió. Avanzó tan lentamente al sillón, que no pude más que contemplarla y con a penas un movimiento de mi mano alcancé la suya, trayéndola conmigo hasta recostarla sobre mi cuerpo, que reposaba inmóvil en el sofá.

Al principio se hizo la desentendida, como si no me conociera o como si no quisiera que sus padres escucharan. Procuré sin embargo ser cauteloso y la tranquilicé en mis brazos. Cuando se escuchó la puerta y el auto de su madre encenderse y alejarse por la calle se convirtió en otra.

Acaricié lentamente su cabello. Si bien para todos éramos vecinos, amigos desde la infancia, ella nunca me había visto como tal sino como algo más allá, como una pareja intermediaria o como algún amigo al que no se le cuenta sino que se le acciona.

Apartando de su cuello su cabellera, besé lentamente bajo su barbilla con tanta fragilidad como pude, sin evitar que aquello le causara un ligero escalofrío que, a medida que avanzaba por su piel, comenzaba a volverse adictivo.

Me empujó lentamente hacía atrás para mantenerme pegado al cabezal mientras recorría con sus labios los botones de mi camisa, los cuales, uno a uno y casi disimulando, logró desatar por completo. Prosiguió con besos cortos que me convirtieron, por poco tiempo, en un esclavo más de mi propio deseo.

Segundos más tarde, me encontré inmerso en una relajación tan profunda, que no la he encontrado en ningún otro lugar si no en ese. Retiró su vestido negro dejándome conocerla a fondo y tocar, con la yema de mis dedos, aquella ropa interior de textura sensual y de encaje pronunciado por su piel.

Con ambas manos sostuve su cintura y ella, instalando sus manos en mis hombros, comenzó a recorrerme dejándome sentir sus piernas. Me dejé llevar entonces por aquel momento rítmico y ambos nos dimos la libertad de desvestirnos. Se colocó entonces ella encima mío y nos unimos en un momento atónito de completa excitación.

Incontables fueron los besos que robé de sus labios antes de llenarla por completo y escuchar, entre el eco, los gemidos que pronunciaba alegre. Nos sumimos segundos después cada uno en su mundo y luego… contemplándonos, nos separamos, jadeantes.

Se colocó encima su vestido negro y yo, abotonándome la camisa, me despedí de ella. Cuando avanzaba hacia mi casa, a unas pocas cuadras de la de ella, pude divisar como el auto de su madre entraba en el garage.