domingo, 21 de febrero de 2010

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escribí un cuento:

Se deslizó en la escalera, radiante, llena de vida, como siempre. Sus ojos, como dos chispas, se encendieron al verme sentado en la sala. Ella sabía que iría, pero se negaba a reconocer que me estaba esperando. Bajó el último peldaño y me sonrió. Avanzó tan lentamente al sillón, que no pude más que contemplarla y con a penas un movimiento de mi mano alcancé la suya, trayéndola conmigo hasta recostarla sobre mi cuerpo, que reposaba inmóvil en el sofá.

Al principio se hizo la desentendida, como si no me conociera o como si no quisiera que sus padres escucharan. Procuré sin embargo ser cauteloso y la tranquilicé en mis brazos. Cuando se escuchó la puerta y el auto de su madre encenderse y alejarse por la calle se convirtió en otra.

Acaricié lentamente su cabello. Si bien para todos éramos vecinos, amigos desde la infancia, ella nunca me había visto como tal sino como algo más allá, como una pareja intermediaria o como algún amigo al que no se le cuenta sino que se le acciona.

Apartando de su cuello su cabellera, besé lentamente bajo su barbilla con tanta fragilidad como pude, sin evitar que aquello le causara un ligero escalofrío que, a medida que avanzaba por su piel, comenzaba a volverse adictivo.

Me empujó lentamente hacía atrás para mantenerme pegado al cabezal mientras recorría con sus labios los botones de mi camisa, los cuales, uno a uno y casi disimulando, logró desatar por completo. Prosiguió con besos cortos que me convirtieron, por poco tiempo, en un esclavo más de mi propio deseo.

Segundos más tarde, me encontré inmerso en una relajación tan profunda, que no la he encontrado en ningún otro lugar si no en ese. Retiró su vestido negro dejándome conocerla a fondo y tocar, con la yema de mis dedos, aquella ropa interior de textura sensual y de encaje pronunciado por su piel.

Con ambas manos sostuve su cintura y ella, instalando sus manos en mis hombros, comenzó a recorrerme dejándome sentir sus piernas. Me dejé llevar entonces por aquel momento rítmico y ambos nos dimos la libertad de desvestirnos. Se colocó entonces ella encima mío y nos unimos en un momento atónito de completa excitación.

Incontables fueron los besos que robé de sus labios antes de llenarla por completo y escuchar, entre el eco, los gemidos que pronunciaba alegre. Nos sumimos segundos después cada uno en su mundo y luego… contemplándonos, nos separamos, jadeantes.

Se colocó encima su vestido negro y yo, abotonándome la camisa, me despedí de ella. Cuando avanzaba hacia mi casa, a unas pocas cuadras de la de ella, pude divisar como el auto de su madre entraba en el garage.

5 comentarios:

  1. Muy lindo, me gusta mucho, como siempre hermosos textos...

    -se pone celosa-

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  2. ...ya sabes de donde saco tanta inspiración...

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  3. xDDD ...ya te he dicho q dejes el lado horny... oxó hazle caso al profe necio...owó

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  4. Pero el ecchi se le da muy bien n///n

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